lunes, 11 de marzo de 2013

Intocable


Dicen algunos expertos que el mejor cine es el que enseña, el que da lecciones y remueve conciencias a favor de alguna causa, generalmente perdida.

En el caso de “Intocable”, cuyo protagonista es un aristócrata tetrapléjico, podríamos prejuzgarla y tildarla de película moralista con fondo bienintencionado para con los más desfavorecidos, tuviera el argumento que tuviese. Pues bien, Eric Toledano y Olivier Nakache son el ejemplo perfecto de directores limpios de toda la parafernalia que rodea esa estrategia comercial a la que nos referimos.

El argumento es de lo más sencillo. Philippe queda irremediablemente atado a una silla de ruedas para el resto de su vida y contrata a Driss como asistente, un joven senegalés procedente de uno los barrios más conflictivos de París. Es el tratamiento que se le da a la película lo que al mismo tiempo nos sorprende y nos agrada. En una continua lucha entre lo comedido y lo temerario, entre lo prudente y lo irreverente, en definitiva entre dos mundos aparentemente opuestos, encontramos que existe mucho más en común de lo que nos imaginamos. Y ese factor común tiene nombre: el humor. La intolerancia de Phillippe hacia la condescendencia que le rodea y la necesidad de Driss de abandonar el entorno ex carcelario en el que vive, hacen que juntos compongan un cóctel con sabor a risa, alegría, desahogo, osadía y descaro.

Una magnifica química entre los actores es otro de los ingredientes que aderezan el éxito de taquilla francés. Es un gustazo ver cómo los dos protagonistas actúan con tanta naturalidad y hasta en ocasiones sientes un rabioso deseo de traspasar la pantalla y pasear por la calle con ellos.

Como no podía ser de otra manera, a la salida del cine te enfrentas de nuevo a la realidad con otro talante, con unas inmensas ganas de gritar que la vida, hay que vivirla.







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