Recuerdo con ternura las meriendas de
mi infancia. No por que fueran excepcionales o mejore que las demás,
que a mi sí me lo parecían, sino por que son un recuerdo de mi
infancia, y como ya sabemos, es una de los mejores momentos de una
persona.
Mi madre venia a la salida de la escuela a buscarme y siempre venia acompañada de mi bolsita para la merienda. Yo en cuanto veía aquella bolsita de tela de cuadros vichy en rosa y blanco ya me ponía contenta.
Aunque mi pobre madre no siempre acertaba con el menú. No por que hubiera algo en la merienda que no me gustara, sino por que el apetito y los antojos son algo azaroso y a veces a una le apetece más una cosa que otra.
La merienda siempre consistía en bocata y algún suplemento más que podía ser una fruta, zumo o yogur, dependiendo de la decisión de mi ama.
Normalmente los bocadillos eran de chorizo, salchichón,jamón,queso,mortadela o paté, es decir cosas de andar por casa. Pero en algunas ocasiones mi ama me alegraba la tarde con un sandwich de nocilla. Era un capricho que se me otorgaba de ciento en viento y no sé el motivo pero mi ama siempre me ponía la rica crema de leche,cacao, avellanas y azúcar en pan de molde. Y claro ahora, a mis veintitantos, sigo tomando la nocilla en pan de molde. Alguna vez la he tomado con pan, pero oigan, no me sabe igual.
Que ricos me sabían aquellos bocadillos, por que tenían el sabor del cariño de una madre, del calor de las tardes de juegos en el parque, del final de las clases, de todo lo que para una niña supone felicidad.
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